lunes, 13 de octubre de 2008

ESPELEO WAY OF LIFE.

Hace ya unos cuantos años que tuve mi primer contacto con el mundo de la espéleo. Gracias a unos pioneros de unas cuantas generaciones por encima de la mía, el mundo de las exploraciones subterráneas llegó muy pronto a Buñol. El como llegué yo hacia ellos, es fruto de todo un cúmulo de circunstancias y casualidades. Fue mi primer contacto con lo que ahora se llaman, deportes de aventura. Las circunstancias de la vida y las obligaciones laborales hicieron que durante mucho tiempo no volviese a visitar el inframundo. Pero nuevas casualidades han hecho que de un tiempo a esta parte, pueda volver a disfrutar de esta mezcla entre deporte y ciencia.

Este deporte tiene unas características que lo hacen único y muy especial. Transcurre en espacios a los que muy, muy, poca gente tiene acceso. Progresar por estos parajes requiere conocimientos técnicos para moverse por las líneas de cuerda que nos permiten progresar verticalmente y descender a las entrañas de la tierra. La mayoría de las veces caminas agachado y no son pocas las ocasiones en que hay que progresar de rodillas o completamente tumbado, arrastrándote como una oruga por pasos realmente estrechos. La alta humedad,el polvo y el barro, junto con todo lo anterior, hace que las incomodidades sean tus fieles compañeras de viaje. Como muchos otros deportes de aventura, este también transcurre en plena naturaleza, pero a diferencia de todos ellos el escenario es el lugar donde el ser humano se siente mas fuera de lugar.

En principio es un deporte poco agradecido, lleno de incomodidades en un mundo oscuro, húmedo y estrecho. No puedes disfrutar de el amplio horizonte, ni de un amanecer por encima de las nubes, pero a cambio cuando la luz de los frontales y los carbureros rasgan la oscuridad, descubren un mundo de belleza surrealista, del que sentiría envidia el mismísimo Gaudí. Tienes el privilegio de que tus retinas vean lugares que muy pocos ojos verán y recorrer caminos creados milímetro a milímetro, siglo a siglo por las manos maestras del agua de lluvia, por donde muy pocos pies han progresado. Conceptos como masificación, que por desgracia ya se está dando en muchas montañas,son casi inimaginables. El contacto con la madre tierra es muy íntimo.

Las cavernas son, junto con el fondo del mar, las grandes deconocidas de este inmenso planeta, cuya superficie ha sido cartografiada y explorada milímetro a milímetro. Solo las entrañas y profundidades del planeta permiten aún el placer del descubrimiento de lugares vírgenes. Las grandes expediciones del siglo xx, aún son posibles hoy en día tierra adentro. El acceso a las cavidades sí permite un contacto con la naturaleza a cielo abierto.

En este último viaje hemos podido viajar hacia un lugar muy especial, por fortuna poco conocido.Tres compañeros de viaje habituales y un jovecísimo chaval ( que se presentó en el grupo diciendo que quería hacer espéleo, en vez de ir por ahí a comer pastillas) hemos partido por espacio de tres días a la serranía de Cuenca en busca de cuevas, pueblos tranquilos y amplios espacios de naturaleza salvaje. Como digo es un espacio poco visitado, pero no por ello carente de grandiosidad. Enormes extensiones de pinar y carrascas, un sistema kárstico que ha escavado cuevas y simas llenas de gran belleza y formaciones de piedra con extrañas formas, llenas de estrechos callejones a modo de laberintos en medio de los bosques. Es posible sin mucho esfuerzo ver el vuelo de águilas y buitres y observar el trotar por entre los árboles de ciervos hembras y sus crías, mientras los machos andan peleándose (curioso ejemplo de conducta globalizada entre humanos y animales). Además, para nuestra comodidad, hay varios refugios, construidos por leñadores y pastores, en los que se puede pernoctar libremente. Están muy bien conservados y entre los suelos del bosque encuentras toda la leña que necesites para calentarte en estas primeras noches frías del otoño.

El pueblo de Las Majadas es realmente auténtico, tiene cierto desarrollo gracias al turismo rural, pero ha conservado su encanto tradicional. Estos días, mientras en Valencia diluviaba, allí brillaba un sol radiante. Hemos disfrutado de la vida de sus bosques, hemos vuelto por espacio de cinco o seis horas al regazo del vientre de la tierra y en sus bares hemos comido como señores, morteruelo, zarajos y un pan que sabía al pan de mi infancia y no a ese sucedáneo de panificadoras.

2 comentarios:

VolVoreta dijo...

Tonificante viaje :)

Siempre he admirado a los que son capaces de deslizarse hasta las entrañas de la tierra. Gracias a ellos podemos disfrutar de sus maravillosos secretos...yo, sería incapaz...sentiría una claustrofobía tremenda.

Gracias por compartir tu (vuestro) viaje...por un momento he escapado de esta lluvia y he corrido entre los pinos respirando aire puro, como una ardilla.
Un beso.

pau dijo...

La verdad es que me siento un privilegiado cuando estoy en el reino de la oscuridad. Me alegra que mi vídeo se haya convertido en una ventana para que escapes a los pinares. Yo prefiero volar como un murciélago en las noches de luna. un besico.