domingo, 21 de septiembre de 2008

PEDALEANDO ENTRE DOS MUNDOS


Existe un lugar para escapar de esta ciudad, por unos instantes, a través de un bellísimo y relajante paseo. Se trata del conocido como Carrilet. Es por momentos un carril bici, de pronto atraviesas un pueblo, continuas por un camino de tierra, a continuación pedaleas por un camino rural y finalmente de nuevo circulas entre las líneas blancas y el suelo rojizo del carril bici.
Este camino además de unir Valencia con Puçol, de acercar la ciudad con la huerta, nos conecta con nuestra historia. Durante gran parte del recorrido sigue el trazado de la Vía Augusta, esa gran calzada que en tiempos de los romanos nos comunicó con el mundo. Siglos después de los romanos estas tierras fueron habitadas por los musulmanes y con ellos se dio una gran transformación en el paisaje que caracterizaría desde entonces estos territorios. Ellos crearon una gran red de acequias que permitieron transformar estas tierras en grandísimas extensiones de huerta de regadío. Sobre las huellas de esa herencia que marcó para siempre el paisaje, la forma de ganarse la vida y el carácter de sus pobladores, podemos hoy pedalear. Por momentos este paseo transcurre rodeado de huertas, de cebollas, chufas, tomates, calabacines,alcachofas, naranjos....etc y se cruzan multitud de acequias que distribuyen el agua que llena de vida los campos a modo de una red de venas, arterias y capilares. Podemos ver los últimos vestigios del paisaje auténtico de la comarca de L`Horta y como islas sobre este mar de tierra marrón y cultivos verdes se alzan magníficos ejemplos de la arquitectura tradicional como son las alquerías y las barracas. Por supuesto todo este paisaje no es un museo, está vivo y a lo largo del camino cambiaremos saludos con los huertanos, habitantes de las masías y herederos y artífices de esta maravilla.

Pero por desgracia toda esta forma de vida y este paisaje está en plena recesión, agonizando y muriendo poco a poco. Los jóvenes no quieren hacerse cargo de una tierra y de unos cultivos que exigen mucho trabajo para escaso o nulo beneficio. Estos dejan el campo y vuelven a la vida urbana.Además encuentran mucho más rentable vender las tierras de sus antepasados para que la ciudad pueda crecer y crecer, entre otras cosas para recibirlos. La ciudad va presionando y presionando y avanzando lenta, pero firmemente, devorando huertas, naranjeros, barracas y acequias.Se crea entonces un conflicto de difícil resolución. Conservar ese patrimonio vivo, histórico y humano frente al necesario progreso y a la pérdida de rentabilidad de estos cultivos. Es absurdo que este paisaje se conserve si no está vivo, si no se cultiva, si no se trabaja. Pero cada vez es más complicado mantenerlo y conservarlo solo paisajísticamente a modo de museo, sin el sentido que ha tenido siempre, sería una gran falsa sin sentido.
Sobre esa dualidad, tradición-progreso, campo-ciudad, pedaleamos a lo largo de unos veinte kilómetros de terreno completamente llano. Por momentos estamos completamente rodeados de huertos, pero enseguida nuestras ruedas irán por la frontera entre estos dos mundos, generalmente las rondas de circunvalación de los pueblos. En dirección norte tendremos a nuestra derecha una tierra parcelada con grandes rectángulos,un vergel de hortalizas y árboles frutales ,la trama de las acequias, los labradores, los tractores, el canto de los pájaros. A nuestra izquierda sin embargo las grandes rectas de asfalto negro de las rondas,las rotondas, las tramas en cuadrículas de los polígonos industriales, las fábricas, el rugido de los camiones, los almacenes, y tras ellos se alzan las altas fincas desde donde miran las huertas aquellos que un dia las trabajaron y sus hijos y los hijos de sus hijos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mira tu mail, te envio una oferta de trabajo

pau dijo...

Muchas gracias anonim@