viernes, 2 de mayo de 2008

EL MUNDO VISTO DESDE LA AZOTEA

   Escribo estas lineas después de un día agotador. No es que la subida al moncabrer sea muy dura pero si arrastras contigo en la subida insomnio debido a problemas personales y la ansiedad arrastrada durante algunos meses, se entiende que al final del día uno no pueda más y solo quiera perderse entre las sábanas y abandonarse a Morfeo. Pese a no ser una gran montaña, como he dicho, no por ello está vacía de belleza. Al contrario, desde determinados puntos de vista resulta muy abrupta y en la cumbre nos espera un tesoro de vistas panorámicas espectacular.

  Hoy he vuelto a recordar el poder que tienen las montañas y porque siento hacia ellas una atracción casi hipnótica, como un mosquito hacia la luz. El esfuerzo físico de la subida nos hace recordar que estamos vivos y que nuestro cuerpo es una máquina fascinante, a la que conviene hacer un mantenimiento para que responda a grandes exigencias. El control psicológico es fundamental a la hora de subir montañas, cuando duelen las piernas y sientes que te falta el aire el verdadero motor de la ascensión es el cerebro. Este ejercicio de control mental permite afrontar la vida cotidiana con más autocontrol y conociendo mejor nuestro límites y capacidades. Es también una verdadera escuela de relaciones humanas. En montañas de cierta envergadura y escaladas o glaciares, tu vida está completamente encadenada a la de tu compañero de cordada, la vida de cada uno muchas veces está en las manos del otro. Esto obliga a con el paso de los años llegar a una conexión y comprensión del compañero bien difícil de lograr en otras circunstancias, las amistades trabadas a través de una cuerda y a la sombra de las montañas, son sólidas como las rocas. La vida se reduce a lo esencial, comida, agua, abrigo y refugio, todo lo demás es vanal. Uno vale lo que vale el mismo, no lo que vale su dinero ni sus posición social. La montaña pone a cada uno en su lugar. En situaciones límite es cuando cada cual se muestra tal cual es. A los farsantes se les cae la máscara y ves claramente quien valen la pena y quien no. Yo hoy he tenido el privilegio de compartir esta bonita y tranquila ascensión con uno de mis hermanos de cuerda, su pareja y su hijo de menos de dos años, al que espero que ya sienta el gusanillo de esta bendición.
   La sensación de abstracción del mundo es absoluta, te concentras en el camino y en tu destino. Hoy, tumbado en la cumbre del moncabrer y con los brazos abiertos abrazando el azul del cielo mis problemas y preocupaciones cotidianos se han quedado abajo, junto al coche y los he visto pequeñitos, como esos pueblos, ríos y lagos que se divisan diminutos desde la amplia cumbre. Cuando he regresado de nuevo a los dominios de los hombres estos problemas han vuelto a tomar la dimensión con que los dejé y el recuerdo de la cumbre y los amplios horizontes ha quedado como el regusto de un dulce sueño.
  Solo espero que el mecanismo de mi cuerpo me permita por muchos años disfrutando la libertad de las cumbres y que no me falten nunca mis hermanos de cuerda y como no volver a compartir un cielo estrellado a la sombra de un monte con gente que un día los compartí y los años se los van llevando de mi lado.

1 comentario:

VolVoreta dijo...

Las Cavas (heladeras) de Agres?...una vez estuve allí...hace muchas lunas! subimos desde Agres en un todoterreno y creí que ese era mi último día...

el tuyo fué un paseo muy tonificante.