miércoles, 30 de abril de 2008

LA GRAN EXPERIENCIA DE LA TOMATINA DE BUÑOL


Aquí os dejo un texto que escribí hace ya unos cuanto años pero que cuenta una experiencia maravillosa, única, incapaz de ser comprendida por alguien que no la ha vivido. Una fiesta divertida como pocas, la gran catarsis que se realiza cada último miércoles de agosto:
Esta historia comienza mucho antes del último miércoles de Agosto. La historia comienza en los lejanos campos de Tudela. En ellos han crecido y madurado los protagonistas de esta fiesta, los tomates. Los tomates que se han descartado para la venta al gran público son los que acabarán el la cooperativa Medicitrus de xilxes, ya en tierras valencianas. Esta cooperativa viene siendo últimamente la encargada de buscar y proveer de munición para la batalla.
Hoy es martes, 24 de Agosto. Son las nueve de la mañana y he quedado para acompañar a la expedición formada por concejales y miembros de la comisión de fiestas para supervisar la compra y la carga del tomate en los camiones. Lo primero que me sorprende al llegar a la enorme nave donde duermen los tomates esperando su destino final, es que ya nos esperan una televisión japonesa, una alemana y la televisión regional para grabar el momento. Esto nos da una idea de la dimensión que esta alcanzando la fiesta. Los camiones ya están esperando para ser cargados. Entro en la nave y veo una multitud enorme de cajas que contienen cada una entre 200 y 400 kilos de tomate. Las máquinas empiezan a trabajar, cargando uno tras otro los seis camiones y lo más sorprendente es que lo hacen caja por caja. Esta árdua tarea llevará unas seis horas. Entretanto se reúnen los camioneros , para ellos va a ser su primera tomatina, con los responsables de la seguridad de la fiesta. Se les explica a lo que se van a enfrentar y las precauciones que deben de tomar. Se asigna a cada chófer un guía, que será los ojos del camión, pues desde dentro de la cabina, una vez inmersos en la batalla, será dificil ver algo con claridad. Sobre un plano de la localidad se planifica donde descargará cada camión el tomate y se asigna a cada uno su tarea. No se deja nada al azar. Tras esta reunión a sacar cuentas, cerca de 24.000 euros va a costar este año el ingrediente esencial de esta receta de diversión.
A las cuatro de la tarde los camiones ya están cargados y listos para emprender el viaje hacia Buñol. En su viaje por la Autopista se pueden adivinar la sonrisas de aquellos que se cruzan con la extraña caravana, todos saben adonde se dirigen: ¡ a Buñol por supuesto, mañana es la tomatina¡.Sobre las cinco de la tarde se abren las puertas de la nave donde esta noche dormirán impacientes 125.000 kilos de tomate.
Es hora de descansar y dormir una siesta, pues la noche va a ser larga. Cuando salgo de casa para ir a cenar se ve que la gente poco a poco se va acercando a la localidad, se ven muchos coches con matriculas de diversa procedencia, gente que llega en tren e incluso viajes organizados en autobus ex profeso para el evento. La noche previa se vive con mucha intensidad, berbenas por las calles, chiringuitos, feria, discotecas en carpas al aire libre.... Se nota el ánimo y la impaciencia de la gente por lo que se avecina.

Amanece ya el miércoles 25 de Agosto. Las calles están abarrotadas de gente y el ambiente huele a alcohol y fiesta. La policia empieza a movilizarse, cruz roja y protección civil toman posiciones, el ayuntamiento empieza a recibir a los medios acreditados, estos preparan sus conexiones. En la estación de renfe empiezan a llegar los trenes especialmente habilitados. La multitud de la noche anterior empieza a convertirse en un río humano en dirección a la plaza del pueblo. Los comerciantes locales empiezan a hacer su agosto vendiendo recuerdos o útiles como cámaras acuáticas o gafas de piscina. Se improvisan consignas para guardar las cosas. La plaza se va llenando, gente disfradada, gente con la ropa mas vieja que poseen. Los más locos programas televisivos del mundo tienen a sus más locos presentadores luciendose y montando el espectáculo.
Sobre las diez empieza la cucaña. Un poste completamente enjabonado y en su extremo superior un jamón. Los jóvenes del pueblo trepan unos sobre otros para lograr el preciado botín. Mientras tanto la gente se lanza camisetas mojadas, la adrenalina ya se desborda y se empienzan a oir los primeros clamores demandando ¡¡¡Tomate,tomate¡¡¡¡.

En torno a las 10.30, en el otro extremo del pueblo, en un bar llamado precisamente, La Tomatina, llama la atención ver a multitud de gente con chalecos amarillos fluorescentes y arneses. Están almorzando y cargando fuerzas pues ellos serán los ocupantes de los camiones que portan aquello que se pide a gritos en el otro extremo del pueblo. A las 11 la cita es en la nave donde dormía el tomate. Se pasa lista y se pone a cada cual en el camión asignado según unas reservas hechas tiempo atrás. La gente empieza a montarse los camiones y se van calentando los ánimos. Yo monto en el cuarto, abrocho mi arnés a una de las cuerdas de seguridad y disfruto del momento. Tres cuartos de hora más tarde se abre la puerta y entre gritos los vehículos salen escoltados por la guardia civil. El recorrido hasta la plaza es de apenas 2 km. Se nos dice que no lancemos tomate hasta llegar allí, pero es difícil resistirse cuando uno va encima de un camión lleno de tomate y los primeros proyectiles empiezan a impactar en los curiosos que aparecen en el camino.
A pocos minutos de las 12 los seis camiones están en fila, uno tras otro en la estrecha calle de San Luis, calle que da acceso un recorrido que en pocos minutos se teñirá de rojo. A las 12 en punto se escucha una carcasa, la batalla comienza. La gente ruge y pide con insistencia tomate, el primero de los vehículos entra por la cuesta de Soriano, los tomates vuelan por la calle, el olor del ácido empieza a meterse profundamente en las narices de los participantes. Los cuerpos se van impregnando de jugo y durante una hora la gente está inmersa en una batalla campal, todos contra todos. Así uno tras otro van pasando los camiones. Hay lugares tan estrechos que apenas pasan los vehículos. En ese momento la gente se agacha y se protege de la lluvia de tomates que cae desde arriba.

A las doce y pocos minutos el camión en el que viajo, el cuarto, entra de lleno en el asunto. Una sensación de euforia nos invade. De repente me veo lanzando y recibiendo tomates con la misma intensidad. Hay gente por todos lados, los proyectiles vienen por cualquier parte, veo niños, jóvenes , mayores, hombres, mujeres, gente del pueblo, forasteros.... en fin todos participando de esta gran explosión colectiva de alegría. La tomatina es una fiesta integradora, participativa y alegre como pocas. Poco a poco vamos avanzando por la estrecha calle, a nuestro paso nos tiran agua desde los balcones, algo que se agradece mucho, pues además de refrescar no ayuda a limpiar un poco nuestro cuerpo completamente cubierto de tomate.
El clímax de todo es la llegada a la plaza, la bocina retruena, pero el bramar de las gente pidiendo tomate es mucho más intenso. En estos momentos la lluvia de tomates se intensifica. El camión queda parado y empieza a bascular. La caja se va levantando para que caiga nuestra preciosa carga y calmar la sed de tomate de 40.000 personas. En ese momento empujo el tomate hacia abajo con las piernas para facilitar su caída y me protejo como puedo de los impactos que golpean mi cuerpo.

No sabría precisar cuanto tiempo nos cuesta atravesar la plaza, pero calcúlo que poco más de 5 minutos. Por la calle que nos saca del recorrido siguen lloviendo los tomates y los chorros de agua desde los balcones. Un último basculamiento, este mucho más vertical vacía del todo el camión y nos deja colgando de las cuerdas de protección. Unos metros más alante ,ya lejos de la multitud ,el camión se detiene y nos apeamos. Un instante después suena de nuevo una carcasa que indica que la fiesta del tomate 2004 ha llegado a su fin.
La gente poco a poco se retira buscando las duchas y el río para lavarse. Es el momento en el fotógrafos y televisiones acceden al recinto a captar imágenes de los restos de la batalla y de los rezagados que aún quedan nadando y revolcándose en un charco de tomate y camisetas de aproximadamente un palmo de profundidad. Poco a poco llegan los servicios de limpieza que junto con los vecinos y en un plazo de tiempo increíble dejarán la plaza como si allí no se hubiese desatado la locura esa misma mañana. Es el momento de ir a comer. En todos los noticiarios se hacen eco de lo que acabo de vivir. Es la hora de la siesta, pero antes decido dar una vuelta a ver que queda de mi pueblo. En el camino veo pequeños grupos de gente que continúan la fiesta junto a los potentes altavoces de sus coches, la mayoría de los lugareños descansan ya. Al regresar a la plaza la sorpresa, es prácticamente un desierto y esta limpísima, casi inmaculada. Solo pequeños restos de tomate en alguna fachada pueden dar testimonio de lo que se ha vivido aquí hace apenas tres horas.

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