En otro orden de cosa pero en la misma sintonía están las guerras absurdas que desde hace mucho tiempo se dan en mi tierra. Bien es cierto que a mucha gente les es indiferente pero yo me encuentro con ellas día a día y me gustaría comentarlas. Me refiero al conflicto lingüístico y político sobre el nombre de la lengua y la definición del territorio y de nuestros símbolos. Que más dará como se llame tu lengua si al final te entiendes con tu vecino, que más dará como se denomine al territorio donde vives si viven en él tus amigos, que más dará el color de la bandera que te represente. El enfrentamiento con nuestro vecinos es un argumento que esgrimen de vez en cuando ciertos sectores de nuestra sociedad y eso sí es muy peligroso. Con el argumento de que no nos dan agua o que nos invaden culturalmente, o que no son como nosotros, se pretende que veamos a nuestros vecinos como agresores y no como amigos y eso crea un caldo de cultivo muy peligroso.
Me gustaría que pensásemos por un momento en lo que es realmente importante en la vida como la salud, el amor, la familia, la libertad, los amigos, el tiempo de ocio... y nos dejemos de preocuparnos por polémicas artificiales y busquemos en el vecino a un amigo del que podemos aprender cosas y no a un enemigo al que odiar y temer.
Os preguntareis el porque de todo este rollo. Este verano visité la antigua Yugoslavia y la visita a Sarajevo me impactó. Tanto que no he parado de leer a cerca del conflicto de los años 90. Lo que me preocupa de todo esto es que nadie vió venir el desastre, se tomaban el tema nacionalista como lo vivimos aquí, unos muy en serio, otros con oportunismo y otros con distancia e incluso pasividad. La gente no creía que la guerra fuese a llegar a la puerta de su casa hasta que un día, de repente y casi sin avisar se abrieron alli las puertas del infierno. Pienso que en España estamos lejos de eso pero cuidadín con cultivar el odio.
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