martes, 11 de noviembre de 2008

REDESCUBRIR EL CAMINO


Hay veces que has recorrido unas cuantas veces un camino y de repente, un día decides volver a recorrer el trayecto y te entusiasma como si lo estuvieses recorriendo por primera vez. Algo parecido a esto me sucedió el domingo pasado. Conocía cada metro de la carretera que recorrí, pero tracé una ruta circular uniendo carreteras que conocía por separado.

Domingo a media mañana. El sol luce espléndido y aunque el aire es fresco, es un día perfecto para perderse con la moto. Desde Buñol pongo rumbo a las tierras interiores de la provincia. Paso por Macastre y me encuentro ante mí la carretera que lleva hacia el pantano de Forata, unos pocos kilómetros que he recorrido cientos de veces a pie en mis días juveniles de acampadas en Cuerna, casi con toda seguridad los días más luminosos y felices de mi existencia. En esos montes crecí como persona y aprendí a comportarme en la vida.

Pronto un cruce en el camino indica mi primer punto de destino, Cortes de Pallás. La primera visión del valle por el que discurre el río Júcar en dirección al mar es simplemente impresionante. Tras una recta se da una curva por donde comienza un descenso sinuoso por un valle tapizado de verdes montes, de unos cuantos kilómetros de ancho, guardado por inmensas murallas de roca y en lo más profundo corretean las aguas verdes del Júcar. La serpenteante línea de asfalto se va hundiendo poco a poco en el valle a través de una infinita sucesión de curvas. En una de ellas pude ver a esos hombres a los que aun visitan los instintos más primitivos del hombre. Sienten la llamada de la ley natural de buscar el sustento en los animales del monte, pero a diferencia de nuestros ancestros, ellos solo lo hacen por diversión y el precio de esos caprichos lo pagan con su vida inocentes animales, en este caso le tocó a un desdichado jabalí.

La llegada al pueblo de Cortes es a la vez preciosa e inquietante. A pocos kilómetros del pueblo se nos descubre la enorme lámina de agua esmeralda del pantano encajada entre paredones de caliza naranja con vetas verdes de monte bajo. El pueblo queda suspendido encima del embalse y tras él la enorme muela de Cortes, en cuya cúspide se construyó una enorme balsa para generar energía eléctrica. Las paredes de la muela están heridas con una especie de enorme tubería, un auténtico bosque de torres de alta tensión y una maraña infinita de cables. De nuevo el conflicto entre el progreso y el respeto al medio ambiente. Es doloroso ver un paraíso como ese profanado por la infraestructura de la central hidroeléctrica, pero gracias a ella se alimenta esta caja tonta desde la que escribo, se iluminan mis noches y se llena de calor mi casa en las frías noches de invierno. La cruel realidad es que no podemos imaginarnos ya la vida sin todas esas necesidades, por lo que actuaciones como la que me espantan seguirán existiendo.

A la entrada del pueblo una pintada mural reza algo así como "bienvenidos a Cortes, un mundo aparte" y lo cierto es que me pareció un eslogan muy acertado. Pues el pueblo está bastante apartado de otros núcleos de población importantes y rodeado de naturaleza por todos sus costados. Miro el reloj y dudo de si completaré la vuelta que tenía prevista antes de la hora de la comida. Pero aún así tiro para adelante,
¿quien sabe cuando tendré otra oportunidad para cerrar el círculo?.Así que aprovechando el momento, pregunto a los lugareños cómo llegar a mi próximo destino, Cofrentes. El camino más corto y sin duda más hermoso entre estas dos poblaciones es a través del cañón que el río excavó siglo a siglo. Un barco navega ese recorrido en ambos sentidos, pero yo me tengo que conformar por circular por una antigua pista, asfaltada hace unos años. Conduciendo mi moto por ella, de nuevo vuelven a mi memoria preciosos recuerdos de años atrás. Primero cuando veo en lo alto de un monte el castillo de Chirel. Desde lo alto de su torre puedes ver casi a vista de pájaro el amplio horizonte que te rodea y bajo tus pies el desfiladero por el que el río va al encuentro de Cortes desde Cofrentes. En los días en los que visité la soledad del castillo, pude ver en sus faldas escarpadas cabras salvajes y en lo alto del cielo majestuosas águilas. El completo aislamiento de esta fortaleza y el esfuerzo de la caminata exigida para llegar a sus puertas hizo que el castillo de Chirel desafiase el paso del tiempo con una salud más que aceptable y lo podamos disfrutar en un estado de conservación muy digno. En mi opinión es uno de los castillos más bellos que he visitado.

Continuando el camino paso junto a cueva hermosa. En sus galerías prové por primera vez, siendo muy jovencito, el veneno de la espeleología.Por desgracia y gracias al esfuerzo de miles de vándalos que se dedicaron a conciencia a romper cada una de sus estalactitas y a pintar gilipolleces en cada una de sus paredes, se ha tomado la decisión de cerrarla al público. Aplaudo esta decisión, pues estos visitantes tan ingratos no merecen disfrutar de sus tesoros.

La pista asfaltada no es muy larga y en pocos kilómetros llego al tristemente célebre pueblo de Cofrentes. Sin duda su característica principal son las dos enormes torres de la central nuclear. Junto con el vertedero de Dos Aguas y la central de Cortes forma la triada de aberraciones medioambientales de esta zona, que sustentan gran parte de la producción energética de la provincia y sobre todo del área metropolitana de Valencia. Cofrentes y Cortes nos dan luz y Dos Aguas literalmente se come nuestra basura. Como he comentado antes este es el precio que tenemos que pagar por las comodidades en nuestros hogares. Por darle a un interruptor y que se encienda la luz y por tirar una bolsa de basura al contenedor y que desaparezca. Todas estas intervenciones fueron en su día muy polémicas.Para acallar las voces y la mala conciencia, con parte de los beneficios de lo que pagamos en nuestra factura de la luz se ha dotado a estos pueblos de unas infraestructuras y dotaciones económicas excepcionales. Es el precio, demasiado barato, que todos pagamos por el progreso y por destruir tres lugares paradisiacos. Pero mientras no encontremos unas soluciones más eficaces o seamos capaces de cambiar nuestros hábitos de vida, tendremos que lamentar las consecuencias de nuestros actos y mirar con vergüenza el daño que le hacemos a la tierra que nos da la vida.

El tiempo me apremiaba y no pude visitar la población, que seguro guarda rincones maravillosos a pesar de la omnipresencia de la central nuclear. El camino que lleva de Cofrentes a Requena es un paraíso para los moteros. Corta, pero con un asfalto de gran calidad y unas curvas de un trazado perfecto, reina la cuesta conocida como la chirrichana. Esta recibe la visita de multitud de motoristas cada fin de semana (en realidad todas las carreteras de la zona), para sintonizar y vibrar con sus máquinas y el asfalto. En todo mi recorrido me crucé con multitud de grupos de motoristas, sobre el asfalto y almorzando en los bares. Me llamó la atención que muchos de ellos me saludaban en un acto de camaradería, algo que nunca se ve en las ciudades, pero
que es muy habitual en las carreteras. Un gesto bonito, para decirse que nos entendemos, que compartimos la pasión de las dos ruedas. Largas rectas, viñas que duermen el sueño del otoño después de haber dado lo mejor de sí en verano y aldeas que huelen a la elaboración del vino son mis compañeras hasta llegar a Requena. Allí tengo que coger la autovía, me esperan a comer y el tiempo apremia, la ruta pierde gran parte de su magia pero llego en pocos minutos y sano y salvo al final del círculo, al mismo lugar en el que desperté a mi moto de su sueño tres horas antes.

2 comentarios:

VolVoreta dijo...

Quizás habrá que redescubrir los caminos para poder verlos con otros ojos y nos aporten nuevas sensaciones y nuevos sentimientos.

Nada más ver la foto ya me imaginé por donde iba a discurrir este viaje...
Hace muchas lunas, me impresionó atravesar la Muela por su zona más alta, una amplísima "llanura" de piedras y soledad, para luego bajar hasta cerca de Cofrentes y salir de allí huyendo de la vista de la central...pero, como bien dices, son cosas del progreso...
Tan interesante cómo siempre Pau.
Un beso.

pau dijo...

Muchas gracias, lo cierto es que es un territorio para descubrir con más tiempo. Está en mi lista de tareas pendientes. un beso.