El fin de semana pasado fuí a recoger a mi hermano a su trabajo. Trabaja como educador social en un centro de acogida de menores inmigrantes.La mayoría de ellos son de marruecos, país del que estoy profundamente enamorado desde que lo conocí hace ya unos años. Para mi es un país con el que sueño despierto muchísimas veces.Viajo con la imaginación muy a menudo allí. Recorro las dunas de sus desiertos, sus montañas del alto atlas, me pierdo en sus medinas, disfruto de su gastronomía y respiro la brisa del atlántico en Asilah.En definitiva, para mí es el lugar en el mundo donde me escaparía para huír de mi mundo cotidiano.Me conforta saber que hay gente en el mundo qu vive la vida según otros preceptos y que entiende la vida de otra manera que en la podrida sociedad occidental. En definitiva, es un faro que alumbra mis sueños de escapar del entorno que a veces me oprime. Pero soy consciente de que ese marruecos ídílico de mi imaginación no existe, que es solo una utopía, pero una utopía necesaria.
La gran paradoja de todo esto es que estoy seguro de que la misma fuerza magnética que dirige mis sueños hacia el sur, la han sentido esos menores que viven en el centro, en dirección norte. Seguro que del mismo modo que la luz de la luna llena sobre la medina de chaouen ilumina mis sueños; los neones de nuestros bares de moda, el brillo de los coches caros y los focos de los escaparates de ropas de marca, iluminan los sueños de muchos marroquíes. A mi me atraé el sur porque es donde en mi imaginación puedo escapar de mi cotidianidad que no me acaba de complacer y en marruecos ven en nuestra manera de vivir un mundo de oportunidades y prosperidad que no les ofrece el marruecos real. Pero cuando llegan aquí se dan cuenta de que ese sueño occidental tampoco es real, que es utòpico como mis fantasías africanas. Pero ambos necesitamos seguir soñando, que esas utopías existan en nuestras cabezas para poder vivir.
El lugar mágico donde se cruzan esos sueños es el mítico estrecho de gibraltar. Un océano de tan solo 14 kilómetros. Una frontera que separa dos culturas, dos maneras de entender la vida, dos realidades sociales. Si en el momento de tu nacimiento la moneda caé de cara y naces en el lado norte, tienes más posibilidades de una vida más fácil en el primer mundo. Si caé cruz y naces en el tercer mundo, lo tienes jodido, pues es bien sabido que el viaje en sentido África-Tarifa es más dificil.
viernes, 6 de junio de 2008
SUEÑOS CRUZADOS EN GIBRALTAR
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