El cuando viajar, pero sobre todo el como viajar son factores que condicionan en muchos aspectos las condiciones de un viaje. Por suerte he podido viajar a China en Febrero y en un año en el que a crisis económica mundial ha permitido que el billete del avión sea muy barato y sobre todo que no haya apenas turistas occidentales en cada lugar que visito. Eso hace que te conviertas en el centro de todas las miradas, que la gente se pregunte que cojones hace un occidental solo en medio de este lejano país. Algunos se burlan de mi en chino, pero la gran mayoría te regalan saludos sinceros y te sonríe. Los poquísimos que hablan inglés se interesan de donde vienes y que has visitado de su país. Los chavales me invitan a jugar con ellos a baloncesto y los niños te dicen Hello entre risas. En muchísimas ocasiones se dan situaciones surrealistas pues me veo hablando con alguien en español o inglés, del que no entienden una palabra y ellos me responden en chino, del que por supuesto yo no entiendo absolutamente nada. Pero el lenguaje universal de los signos, los gestos, las miradas y las sonrisas hacen posible la magia de la comunicación entre personas pertenecientes a mundos tan lejanos. Algo parecido debió experimentar Marco Polo, cuando llegó a estas tierras por entonces tan desconocidas.
El cómo se viaja es otra de las maneras que dan un enfoque u otro a viaje. Por mi escaso presupuesto, pero también por elección propia, he decidido viajar sin planes, ni reservas. Ir dejándome llevar y sobre todo viajar como viajan los chinos y con los chinos de las clases más populares. El medio más cómodo y económico es el tren. La aventura empieza cuando vas a comprar el billete. Por fortuna en las estaciones principales hay puestos en los que al menos una persona habla inglés. Una vez con el billete en la mano, a cargar provisiones para el largo viaje. Resulta muy divertido ir al pequeño super y no saber a ciencia cierta lo que estas comprando. Muchas veces compras algo incomible y otras descubres maravillosos sabores nuevos. Por fin llega el momento de subirse al tren para llegar a nuevos horizontes. Pero poco a poco. Este país con tantísima gente solo puede funcionar con una gran organización. Y vaya que si lo están. Pasas no se cuantos controles para acceder a la estación y buscas el código de tu tren. Te remiten a una enorme sala de espera con cientos de personas con miles de trastos. Cuando llaman a tu tren, te pones en una enorme fila y tras otro control accedes por un pasillo al andén. Allí finalmente buscas tu coche. El tren es infinito, larguísimo. Como viajo de noche para ganar tiempo, viajo en tren cama. Es realmente toda una experiencia meterte en un compartimento con seis literas y ver como se preparan unos enormes cubos de sopa preparada, como juegan a las cartas y de que manera se mueven los habitantes de este enorme país. Estos trenes nocturnos recorren distancias enormes y estas llenos a todos los días, mueven a miles de personas a través del país.
Una vez en la estación de destino sorprende la gran cantidad de personas que llegan cada día a una estación de tren y son el fiel reflejo de uno de los grandes problemas de este país, la superpoblación. Necesitas encontrar un alojamiento, cosa que no es muy difícil, pues los propios hosteleros enseguida divisan al guiri, tan escaso en estos dias y le ofrecen de todo. Tengo que decir que mayoritariamente este es un país de gente honrada y respetuosa. Por lo que me suelo fiar bastante del personal y viajo sin ningún miedo, pues a pesar del aspecto tercermundista de muchos rincones del país, la seguridad es total. Moverte por cada nuevo destino es una aventura. Los taxis son muy baratos, pero los taxistas no hablan inglés y no saben leer caracteres occidentales, por lo que la comunicación se complica si no tiene un mapa en caracteres chinos. Pero en esas pequeñas cosas, en solucionar esos problemas, está la esencia, en mi opinión, de viajar por esta tierra extraña.
Es difícil resumir en poco espacio las mil experiencias que acumulo cada hora; los paisajes de gran belleza que voy descubriendo, el amanecer desde lo alto de la montaña amarilla y el dolor en las piernas tras horas y horas de subir y bajar escalones, la magia de Shanghai, de su mezcla de modernidad y tradición y de sus noches locas, la sensación de caminar por Tian an men y por el lomo de la gran muralla, la experiencia intensa de visitar un mercado, de los olores intensos en los puestos de comida callejeros y de caminar por los estrechos callejones de los hutones, los barrios tradicionales donde vive la gente más modesta y de descubrir que la comida china es más rica y variada de lo que se nos vende en occidente. Me llevo cada uno de estos recuerdos como un verdadero tesoro, pero por encima de todos ellos, me llevo las miles de sonrisas que me dedican por la calle a cada minuto.
miércoles, 11 de febrero de 2009
UN EXTRAÑO EN TIERRA EXTRAÑA
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2 comentarios:
qué gran viaje Pau! y qué atrevido!
Opino que el lenguaje de los gestos sumado a la buena voluntad... es el lenguaje universal (como los mimos), así se puede llegar tan lejos como lo has hecho tú. Para eso hay que tener la mente "abierta".
Sería fantástico que trageses fotos pero si no es así, lo he podido vivir en mi mente.
La foto de la muralla es maravillosa.
Te dejo un beso.
Realmente lo mejor de china son las pequeñas cosas. Si que tengo cientos de fotos y a la vuelta subiré alguna. La de la muralla, por desgracia no es mia, sino de Google. Ahora a apurar la ultimas horas en Shanghai. Un beso.
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