Tras dos días dando vueltas por el mundo, finalmente llegé a Shanghai hace unas horas. Las once horas de avión desde Londres me da una idea de lo grande que es el mundo y lo insignificantes y pequeños que somos los pobres humanos. Ya antes de subir al avión me impresionó la proporción gigantesca de Heathrrow, verdadero cruce de caminos en el que se encuentran viajeros que parten para los destinos más inimaginables. A través de una larga noche,sobrevolando los helados cielos rusos, siberianos y mongoles, llego a primera hora de la mañana al aeropuerto internacional de Pu Dong, de escala más reducida y muy aséptico, amplio, con enormes espacios casi vacios, limpísimo, pero muy frio, gris, triste, viva imagen de la seriedad y rigidez del régimen que gobierna con mano dura a tantos millones de ciudadanos en este gigantesco país. En pocos minutos recojo mi maleta y voy en busca del Maglev, un modernísimo tren bala que recorre a 300 Km/h los 38 kilómetros que nos separan de la ciudad.
Me recibe un inmenso bosque vertical de fincas y rascacileos, hormigón y cristal. Es el barrio de Pu Dong, la zona de nueva expansión de la urbe. Me instalo rápidamente en el apartamento de mi amiga Vero, sin perder un segundo y para combatir el Jet Lag me lanzo a conocer la ciudad. Salgo del metro por People Square y me encuentro una ciudad de aspecto totalmente occidental, con enormes edificios de cristal y hermosísimas construcciones estilo Art Decó, herencia de los colonos europeos y americanos que siempre han hecho suya esta ciudad. Durante muchos años Sanghai fue la puerta de entrada a oriente y eso se nota en su aspecto. Pero los enormes carteles con caracteres orientales y los ojos rasgados de todos los que me rodean no dejan lugar a dudas, estoy en China.
Mi cuerpo está desorientado y no sabe aún en que hora vive. Mi estomago tampoco sabe bien si le toca comer o no. En el avión no le han dado tiempo a reclamar su tributo, pues se le han ofrecido varias comidas que en honor a la verdad estaban bastante buenas. Pero en China ya es cerca del medio dia y para adaptarme de verdad al ritmo del pais decido comer de nuevo, otra vez. Auténtica comida china. No defrauda y más o menos me defiendo con los palillos, pero desde luego donde halla un tenedor....
Con el estomago más que saciado vamos al encuentro de la china más auténtica. La que aún resiste a pulso del urbanismo desmedido de megaconstrucciones. Entre altas torres se encuentra Old Town, la ciudad vieja, la de las casa tradicionales, las calles estrechas, los puestos callejeros de comida y de trastos inservibles pero alucinantes, la de los olores intensos, ropa tendida en los cables de la luz, putas, mecados con todo tipo de rarezas, entre ellas sapos, anguilas, rarísimos pescados y verduras y frutas extrañas a ojos occidentales.
La buena noticia es que esa china auténtita y tradicional aún existe, la mala es que la globalización hace estragos y por todos lados se ven Mc Donadls, Kentucky Fried Chicken, Starbucks, y firmas como Louis Vuiton, Armani...etc, etc. Desgraciadamente eso es lo que estamos exportando a Oriente, nuestro puto capitalismo insaciable. Pero la huella occdental es mucho más profunda. La colonia occidental es grande en la ciudad y goza de unos privilegios de los que carecen la mayoría de los chinos en su propio país. La división de la sociedad en clases aún es muy patente en la ciudad.
Esta mañana he amanecido temprano y tras un buen desayuno y una ducha he ido en busca de dos de los templos budistas más bonitos que sobreviven en la modernísima ciudad de Shanghai. Rodeados de moles de crital que rozan las nubes grises que cubren el cielo de la ciudad y a muy pocos metros de enormes centros comerciales, templos de la nueva religiön, el dinero y el consumo, donde no falta ninguna marca de alta clase que se precie, se encuentran estos dos templos, remansos de paz y auténticos tesoros artísticos, llenos de estatuas de buda, quemadores de incienso, leones dorados y esos tejados orientales tan característicos.
Tras una comida a un precio de risa me dirijo a la estación del tren. A comprar los tickets para marchar dentro de pocas horas a la cabeza del dragón, a la capital del imperio, al infierno de los patos (ja, ja...), al mítico Beijing, en un tren-cama nocturno. La experiencia promete.
domingo, 1 de febrero de 2009
PRIMERAS IMPRESIONES
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3 comentarios:
Qué alegría tener noticias tuyas...pensaba que no lo harías hasta tu regreso.
Luego vuelvo para leerte con tranquilidad.
Besos
Ahora ando por Beijin cagao de frio pero disfrutando mogollon. En cuando pueda una nueva entrega de mis aventuras. Besos.
...Ayer no pude "volver".
Acabo de pasear por las calles del viejo Sanghai y me he metido en los templos para quedarme un buen rato con el olor del incienso, hasta que pueda "volar a Pekín".
Mil gracias por tus relatos Pau, me transportan.
Te dejo un beso
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