Aquí os dejo una pequeña parte de las fotos que me he traído de china y que resume a grandes rasgos los maravillosos quince días que he pasado en el lejano oriente, en la mágica china.
Shanghai
Shanghai
Shanghai
Shanghai
Shanghai
A las puertas de la Ciudad prohibida. Pekin
En algún lugar de la gran muralla
Shuzhou
Shuzhou
Huangshan (montaña amarilla)
domingo, 22 de febrero de 2009
MI CHINA
miércoles, 11 de febrero de 2009
UN EXTRAÑO EN TIERRA EXTRAÑA
El cuando viajar, pero sobre todo el como viajar son factores que condicionan en muchos aspectos las condiciones de un viaje. Por suerte he podido viajar a China en Febrero y en un año en el que a crisis económica mundial ha permitido que el billete del avión sea muy barato y sobre todo que no haya apenas turistas occidentales en cada lugar que visito. Eso hace que te conviertas en el centro de todas las miradas, que la gente se pregunte que cojones hace un occidental solo en medio de este lejano país. Algunos se burlan de mi en chino, pero la gran mayoría te regalan saludos sinceros y te sonríe. Los poquísimos que hablan inglés se interesan de donde vienes y que has visitado de su país. Los chavales me invitan a jugar con ellos a baloncesto y los niños te dicen Hello entre risas. En muchísimas ocasiones se dan situaciones surrealistas pues me veo hablando con alguien en español o inglés, del que no entienden una palabra y ellos me responden en chino, del que por supuesto yo no entiendo absolutamente nada. Pero el lenguaje universal de los signos, los gestos, las miradas y las sonrisas hacen posible la magia de la comunicación entre personas pertenecientes a mundos tan lejanos. Algo parecido debió experimentar Marco Polo, cuando llegó a estas tierras por entonces tan desconocidas.
El cómo se viaja es otra de las maneras que dan un enfoque u otro a viaje. Por mi escaso presupuesto, pero también por elección propia, he decidido viajar sin planes, ni reservas. Ir dejándome llevar y sobre todo viajar como viajan los chinos y con los chinos de las clases más populares. El medio más cómodo y económico es el tren. La aventura empieza cuando vas a comprar el billete. Por fortuna en las estaciones principales hay puestos en los que al menos una persona habla inglés. Una vez con el billete en la mano, a cargar provisiones para el largo viaje. Resulta muy divertido ir al pequeño super y no saber a ciencia cierta lo que estas comprando. Muchas veces compras algo incomible y otras descubres maravillosos sabores nuevos. Por fin llega el momento de subirse al tren para llegar a nuevos horizontes. Pero poco a poco. Este país con tantísima gente solo puede funcionar con una gran organización. Y vaya que si lo están. Pasas no se cuantos controles para acceder a la estación y buscas el código de tu tren. Te remiten a una enorme sala de espera con cientos de personas con miles de trastos. Cuando llaman a tu tren, te pones en una enorme fila y tras otro control accedes por un pasillo al andén. Allí finalmente buscas tu coche. El tren es infinito, larguísimo. Como viajo de noche para ganar tiempo, viajo en tren cama. Es realmente toda una experiencia meterte en un compartimento con seis literas y ver como se preparan unos enormes cubos de sopa preparada, como juegan a las cartas y de que manera se mueven los habitantes de este enorme país. Estos trenes nocturnos recorren distancias enormes y estas llenos a todos los días, mueven a miles de personas a través del país.
Una vez en la estación de destino sorprende la gran cantidad de personas que llegan cada día a una estación de tren y son el fiel reflejo de uno de los grandes problemas de este país, la superpoblación. Necesitas encontrar un alojamiento, cosa que no es muy difícil, pues los propios hosteleros enseguida divisan al guiri, tan escaso en estos dias y le ofrecen de todo. Tengo que decir que mayoritariamente este es un país de gente honrada y respetuosa. Por lo que me suelo fiar bastante del personal y viajo sin ningún miedo, pues a pesar del aspecto tercermundista de muchos rincones del país, la seguridad es total. Moverte por cada nuevo destino es una aventura. Los taxis son muy baratos, pero los taxistas no hablan inglés y no saben leer caracteres occidentales, por lo que la comunicación se complica si no tiene un mapa en caracteres chinos. Pero en esas pequeñas cosas, en solucionar esos problemas, está la esencia, en mi opinión, de viajar por esta tierra extraña.
Es difícil resumir en poco espacio las mil experiencias que acumulo cada hora; los paisajes de gran belleza que voy descubriendo, el amanecer desde lo alto de la montaña amarilla y el dolor en las piernas tras horas y horas de subir y bajar escalones, la magia de Shanghai, de su mezcla de modernidad y tradición y de sus noches locas, la sensación de caminar por Tian an men y por el lomo de la gran muralla, la experiencia intensa de visitar un mercado, de los olores intensos en los puestos de comida callejeros y de caminar por los estrechos callejones de los hutones, los barrios tradicionales donde vive la gente más modesta y de descubrir que la comida china es más rica y variada de lo que se nos vende en occidente. Me llevo cada uno de estos recuerdos como un verdadero tesoro, pero por encima de todos ellos, me llevo las miles de sonrisas que me dedican por la calle a cada minuto.
domingo, 1 de febrero de 2009
PRIMERAS IMPRESIONES
Tras dos días dando vueltas por el mundo, finalmente llegé a Shanghai hace unas horas. Las once horas de avión desde Londres me da una idea de lo grande que es el mundo y lo insignificantes y pequeños que somos los pobres humanos. Ya antes de subir al avión me impresionó la proporción gigantesca de Heathrrow, verdadero cruce de caminos en el que se encuentran viajeros que parten para los destinos más inimaginables. A través de una larga noche,sobrevolando los helados cielos rusos, siberianos y mongoles, llego a primera hora de la mañana al aeropuerto internacional de Pu Dong, de escala más reducida y muy aséptico, amplio, con enormes espacios casi vacios, limpísimo, pero muy frio, gris, triste, viva imagen de la seriedad y rigidez del régimen que gobierna con mano dura a tantos millones de ciudadanos en este gigantesco país. En pocos minutos recojo mi maleta y voy en busca del Maglev, un modernísimo tren bala que recorre a 300 Km/h los 38 kilómetros que nos separan de la ciudad.
Me recibe un inmenso bosque vertical de fincas y rascacileos, hormigón y cristal. Es el barrio de Pu Dong, la zona de nueva expansión de la urbe. Me instalo rápidamente en el apartamento de mi amiga Vero, sin perder un segundo y para combatir el Jet Lag me lanzo a conocer la ciudad. Salgo del metro por People Square y me encuentro una ciudad de aspecto totalmente occidental, con enormes edificios de cristal y hermosísimas construcciones estilo Art Decó, herencia de los colonos europeos y americanos que siempre han hecho suya esta ciudad. Durante muchos años Sanghai fue la puerta de entrada a oriente y eso se nota en su aspecto. Pero los enormes carteles con caracteres orientales y los ojos rasgados de todos los que me rodean no dejan lugar a dudas, estoy en China.
Mi cuerpo está desorientado y no sabe aún en que hora vive. Mi estomago tampoco sabe bien si le toca comer o no. En el avión no le han dado tiempo a reclamar su tributo, pues se le han ofrecido varias comidas que en honor a la verdad estaban bastante buenas. Pero en China ya es cerca del medio dia y para adaptarme de verdad al ritmo del pais decido comer de nuevo, otra vez. Auténtica comida china. No defrauda y más o menos me defiendo con los palillos, pero desde luego donde halla un tenedor....
Con el estomago más que saciado vamos al encuentro de la china más auténtica. La que aún resiste a pulso del urbanismo desmedido de megaconstrucciones. Entre altas torres se encuentra Old Town, la ciudad vieja, la de las casa tradicionales, las calles estrechas, los puestos callejeros de comida y de trastos inservibles pero alucinantes, la de los olores intensos, ropa tendida en los cables de la luz, putas, mecados con todo tipo de rarezas, entre ellas sapos, anguilas, rarísimos pescados y verduras y frutas extrañas a ojos occidentales.
La buena noticia es que esa china auténtita y tradicional aún existe, la mala es que la globalización hace estragos y por todos lados se ven Mc Donadls, Kentucky Fried Chicken, Starbucks, y firmas como Louis Vuiton, Armani...etc, etc. Desgraciadamente eso es lo que estamos exportando a Oriente, nuestro puto capitalismo insaciable. Pero la huella occdental es mucho más profunda. La colonia occidental es grande en la ciudad y goza de unos privilegios de los que carecen la mayoría de los chinos en su propio país. La división de la sociedad en clases aún es muy patente en la ciudad.
Esta mañana he amanecido temprano y tras un buen desayuno y una ducha he ido en busca de dos de los templos budistas más bonitos que sobreviven en la modernísima ciudad de Shanghai. Rodeados de moles de crital que rozan las nubes grises que cubren el cielo de la ciudad y a muy pocos metros de enormes centros comerciales, templos de la nueva religiön, el dinero y el consumo, donde no falta ninguna marca de alta clase que se precie, se encuentran estos dos templos, remansos de paz y auténticos tesoros artísticos, llenos de estatuas de buda, quemadores de incienso, leones dorados y esos tejados orientales tan característicos.
Tras una comida a un precio de risa me dirijo a la estación del tren. A comprar los tickets para marchar dentro de pocas horas a la cabeza del dragón, a la capital del imperio, al infierno de los patos (ja, ja...), al mítico Beijing, en un tren-cama nocturno. La experiencia promete.